miércoles, 1 de abril de 2015

¿Bello o sublime?


¿Alguna vez has mirado a un cielo repleto de estrellas y te has dado cuenta de lo insignificantemente pequeños que somos en comparación con el universo? En ese momento nos invaden dos sensaciones profundamente contradictorias: el placer de ser capaces de reflexionar acerca de la idea ante nuestros ojos, y el dolor de vernos ridículamente pequeños a su lado. Este conjunto de sensaciones es precisamente lo que Kant define como "lo sublime".
"El sentimiento de lo sublime es, pues, un sentimiento de displacer debido a la inadecuación de la imaginación en la estimación estética de magnitudes respecto a la estimación por la razón, y a la vez un placer despertado con tal ocasión precisamente por la concordancia de este juicio sobre la inadecuación de la más grande potencia sensible con ideas de la razón, en la medida en que el esfuerzo dirigido hacia éstas es, empero, ley para nosotros."
Siguiendo el ejemplo anteriormente expuesto, llega un momento en el que nuestra imaginación rechaza la representación de la inmensidad de los espacios y mundos, ya que cualquier magnitud se queda pequeña ante lo imaginado. Es por esto que la experiencia, siempre finita, se ve humillada mientras que la idea se muestra triunfante. El espíritu del hombre vence a la naturaleza, y esa mezcla de humillación y orgullo, de respeto y desdén hacia sí mismo, constituye lo sublime. Kant distinguió también un sublime “matemático” proveniente del intelecto y otro “dinámico” a partir de los sentidos: el matemático se opone a la comprensión, mientras que el dinámico puede amenazar nuestra integridad física, como puede ser cualquier fenómeno natural. 

¿Qué relación hay, pues, entre lo bello y lo sublime? Ambos nos producen placer y presuponen un juicio de reflexión. Sin embargo, mientras que lo sublime nos conmueve y sobrecoge o, incluso, nos aterroriza, lo bello es simplemente una contemplación tranquila, reposada. Existen cuatro diferencias básicas que nos permiten distinguir entre algo bello y algo sublime según el filósofo prusiano:
  1.  Lo bello de la naturaleza se refiere a la forma de un objeto, su limitación. Por el contrario, lo sublime puede darse en un objeto carente de forma, en cuanto en él es representada la ilimitación y pensada una totalidad de la misma.
  2.  En lo bello intervienen tanto la imaginación como el entendimiento, mientras que en lo sublime el entendimiento se ve sustituido por la razón.
  3.  Lo bello impulsa a vivir y es por esto que puede jugar con nuestra imaginación, mientras que la satisfacción producida por lo sublime es un placer indirecto nacido del sentimiento de una suspensión temporal de las facultades vitales, inmediatamente seguida de un desbordamiento fuerte de las mismas; ya no juega con la imaginación, sino que la ocupa en su totalidad.
  4. En lo sublime, la naturaleza violenta la imaginación haciendo que ésta imagine lo que no ve.
En la actualidad, también empleamos distintamente los adjetivos "bello" y "sublime" aunque atendiendo al grado de elevación de la persona u objeto del que se habla, siendo el segundo aplicado a aquellas concepciones mentales o producciones artísticas de grandeza y sencillez admirables.

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